lunes, 21 de agosto de 2017

Mensaje del Papa Francisco para la jornada mundial del Migrante y Refugiado 2018




MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2018






“Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”
 
Queridos hermanos y hermanas:

«El emigrante que reside entre vosotros será para vosotros como el indígena: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis en Egipto. Yo soy el Señor vuestro Dios» (Lv 19,34).
Durante mis primeros años de pontificado he manifestado en repetidas ocasiones cuánto me preocupa la triste situación de tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza. Se trata indudablemente de un «signo de los tiempos» que, desde mi visita a Lampedusa el 8 de julio de 2013, he intentado leer invocando la luz del Espíritu Santo. Cuando instituí el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, quise que una sección especial —dirigida temporalmente por mí— fuera como una expresión de la solicitud de la Iglesia hacia los emigrantes, los desplazados, los refugiados y las víctimas de la trata.
Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (cf. Mt 25,35.43). A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia.[1] Esta solicitud ha de concretarse en cada etapa de la experiencia migratoria: desde la salida y a lo largo del viaje, desde la llegada hasta el regreso. Es una gran responsabilidad que la Iglesia quiere compartir con todos los creyentes y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que están llamados a responder con generosidad, diligencia, sabiduría y amplitud de miras —cada uno según sus posibilidades— a los numerosos desafíos planteados por las migraciones contemporáneas.
A este respecto, deseo reafirmar que «nuestra respuesta común se podría articular entorno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar».[2]
Considerando el escenario actual, acoger significa, ante todo, ampliar las posibilidades para que los emigrantes y refugiados puedan entrar de modo seguro y legal en los países de destino. En ese sentido, sería deseable un compromiso concreto para incrementar y simplificar la concesión de visados por motivos humanitarios y por reunificación familiar. Al mismo tiempo, espero que un mayor número de países adopten programas de patrocinio privado y comunitario, y abran corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables. Sería conveniente, además, prever visados temporales especiales para las personas que huyen de los conflictos hacia los países vecinos. Las expulsiones colectivas y arbitrarias de emigrantes y refugiados no son una solución idónea, sobre todo cuando se realizan hacia países que no pueden garantizar el respeto a la dignidad ni a los derechos fundamentales.[3] Vuelvo a subrayar la importancia de ofrecer a los emigrantes y refugiados un alojamiento adecuado y decoroso. «Los programas de acogida extendida, ya iniciados en diferentes lugares, parecen sin embargo facilitar el encuentro personal, permitir una mejor calidad de los servicios y ofrecer mayores garantías de éxito».[4] El principio de la centralidad de la persona humana, expresado con firmeza por mi amado predecesor Benedicto XVI,[5] nos obliga a anteponer siempre la seguridad personal a la nacional. Por tanto, es necesario formar adecuadamente al personal encargado de los controles de las fronteras. Las condiciones de los emigrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados, requieren que se les garantice la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos. En nombre de la dignidad fundamental de cada persona, es necesario esforzarse para preferir soluciones que sean alternativas a la detención de los que entran en el territorio nacional sin estar autorizados.[6]
El segundo verbo, proteger, se conjuga en toda una serie de acciones en defensa de los derechos y de la dignidad de los emigrantes y refugiados, independientemente de su estatus migratorio.[7] Esta protección comienza en su patria y consiste en dar informaciones veraces y ciertas antes de dejar el país, así como en la defensa ante las prácticas de reclutamiento ilegal.[8] En la medida de lo posible, debería continuar en el país de inmigración, asegurando a los emigrantes una adecuada asistencia consular, el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital. Si las capacidades y competencias de los emigrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados son reconocidas y valoradas oportunamente, constituirán un verdadero recurso para las comunidades que los acogen.[9] Por tanto, espero que, en el respeto a su dignidad, les sea concedida la libertad de movimiento en los países de acogida, la posibilidad de trabajar y el acceso a los medios de telecomunicación. Para quienes deciden regresar a su patria, subrayo la conveniencia de desarrollar programas de reinserción laboral y social. La Convención internacional sobre los derechos del niño ofrece una base jurídica universal para la protección de los emigrantes menores de edad. Es preciso evitarles cualquier forma de detención en razón de su estatus migratorio y asegurarles el acceso regular a la educación primaria y secundaria. Igualmente es necesario garantizarles la permanencia regular al cumplir la mayoría de edad y la posibilidad de continuar sus estudios. En el caso de los menores no acompañados o separados de su familia es importante prever programas de custodia temporal o de acogida.[10] De acuerdo con el derecho universal a una nacionalidad, todos los niños y niñas la han de tener reconocida y certificada adecuadamente desde el momento del nacimiento. La apatridia en la que se encuentran a veces los emigrantes y refugiados puede evitarse fácilmente por medio de «leyes relativas a la nacionalidad conformes con los principios fundamentales del derecho internacional».[11] El estatus migratorio no debería limitar el acceso a la asistencia sanitaria nacional ni a los sistemas de pensiones, como tampoco a la transferencia de sus contribuciones en el caso de repatriación.
Promover quiere decir esencialmente trabajar con el fin de que a todos los emigrantes y refugiados, así como a las comunidades que los acogen, se les dé la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones que componen la humanidad querida por el Creador.[12] Entre estas, la dimensión religiosa ha de ser reconocida en su justo valor, garantizando a todos los extranjeros presentes en el territorio la libertad de profesar y practicar la propia fe. Muchos emigrantes y refugiados tienen cualificaciones que hay que certificar y valorar convenientemente. Así como «el trabajo humano está destinado por su naturaleza a unir a los pueblos»,[13] animo a esforzarse en la promoción de la inserción socio-laboral de los emigrantes y refugiados, garantizando a todos —incluidos los que solicitan asilo— la posibilidad de trabajar, cursos formativos lingüísticos y de ciudadanía activa, como también una información adecuada en sus propias lenguas. En el caso de los emigrantes menores de edad, su participación en actividades laborales ha de ser regulada de manera que se prevengan abusos y riesgos para su crecimiento normal. En el año 2006, Benedicto XVI subrayaba cómo la familia es, en el contexto migratorio, «lugar y recurso de la cultura de la vida y principio de integración de valores».[14] Hay que promover siempre su integridad, favoreciendo la reagrupación familiar —incluyendo los abuelos, hermanos y nietos—, sin someterla jamás a requisitos económicos. Respecto a emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados con discapacidad hay que asegurarles mayores atenciones y ayudas. Considero digno de elogio los esfuerzos desplegados hasta ahora por muchos países en términos de cooperación internacional y de asistencia humanitaria. Con todo, espero que en la distribución de esas ayudas se tengan en cuenta las necesidades —por ejemplo: asistencia médica y social, como también educación— de los países en vías de desarrollo, que reciben importantes flujos de refugiados y emigrantes, y se incluyan de igual modo entre los beneficiarios de las mismas comunidades locales que sufren carestía material y vulnerabilidad.[15]
El último verbo, integrar, se pone en el plano de las oportunidades de enriquecimiento intercultural generadas por la presencia de los emigrantes y refugiados. La integración no es «una asimilación, que induce a suprimir o a olvidar la propia identidad cultural. El contacto con el otro lleva, más bien, a descubrir su “secreto”, a abrirse a él para aceptar sus aspectos válidos y contribuir así a un conocimiento mayor de cada uno. Es un proceso largo, encaminado a formar sociedades y culturas, haciendo que sean cada vez más reflejo de los multiformes dones de Dios a los hombres».[16] Este proceso puede acelerarse mediante el ofrecimiento de la ciudadanía, desligada de los requisitos económicos y lingüísticos, y de vías de regularización extraordinaria, a los emigrantes que puedan demostrar una larga permanencia en el país. Insisto una vez más en la necesidad de favorecer, en cualquier caso, la cultura del encuentro, multiplicando las oportunidades de intercambio cultural, demostrando y difundiendo las «buenas prácticas» de integración, y desarrollando programas que preparen a las comunidades locales para los procesos integrativos. Debo destacar el caso especial de los extranjeros obligados a abandonar el país de inmigración a causa de crisis humanitarias. Estas personas necesitan que se les garantice una asistencia adecuada para la repatriación y programas de reinserción laboral en su patria.
De acuerdo con su tradición pastoral, la Iglesia está dispuesta a comprometerse en primera persona para que se lleven a cabo todas las iniciativas que se han propuesto más arriba. Sin embargo, para obtener los resultados esperados es imprescindible la contribución de la comunidad política y de la sociedad civil —cada una según sus propias responsabilidades—.
Durante la Cumbre de las Naciones Unidas, celebrada en Nueva York el 19 de septiembre de 2016, los líderes mundiales han expresado claramente su voluntad de trabajar a favor de los emigrantes y refugiados para salvar sus vidas y proteger sus derechos, compartiendo esta responsabilidad a nivel global. A tal fin, los Estados se comprometieron a elaborar y aprobar antes de finales de 2018 dos pactos globales (Global Compacts), uno dedicado a los refugiados y otro a los emigrantes.
Queridos hermanos y hermanas, a la luz de estos procesos iniciados, los próximos meses representan una oportunidad privilegiada para presentar y apoyar las acciones específicas, que he querido concretar en estos cuatro verbos. Los invito, pues, a aprovechar cualquier oportunidad para compartir este mensaje con todos los agentes políticos y sociales que están implicados —o interesados en participar— en el proceso que conducirá a la aprobación de los dos pactos globales.
Hoy, 15 de agosto, celebramos la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo. La Madre de Dios experimentó en sí la dureza del exilio (cf. Mt 2,13-15), acompañó amorosamente al Hijo en su camino hasta el Calvario y ahora comparte eternamente su gloria. A su materna intercesión confiamos las esperanzas de todos los emigrantes y refugiados del mundo y los anhelos de las comunidades que los acogen, para que, de acuerdo con el supremo mandamiento divino, aprendamos todos a amar al otro, al extranjero, como a nosotros mismos.

Vaticano, 15 de agosto de 2017

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

Francisco




[1] Cf. Pío XII, Const. ap. Exsul Familia, Titulus Primus, I.
[3] Cf. Intervención del Observador Permanente de la Santa Sede en la 103 Sesión del Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones (26 noviembre 2013).
[6] Cf. Intervención del Observador Permanente de la Santa Sede en la 20 Sesión del Consejo de Derechos Humanos (22 junio 2012).
[10] Cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2010; Intervención del Observador Permanente de la Santa Sede en la 26 Sesión Ordinaria del Consejo de los Derechos Humanos. Los derechos humanos de los emigrantes (13 junio 2014).
[12] Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 14.

Fuente:http://w2.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2017/8/21/messaggio-giornatamondiale-migranterifugiato.html 



jueves, 3 de agosto de 2017

Comunicado de Prensa
Quito, 3 de agosto de 2017

OBISPOS DEL ECUADOR ANTE SITUACIÓN ACTUAL DEL PAÍS

Ante la ruptura que se ha producido en el Poder Ejecutivo y la consiguiente tensión política que sufre el país en estos momentos, los Obispos del Ecuador expresamos nuestra preocupación y pedimos a los responsables del accionar político, así como a la ciudadanía, que sea respetada la institucionalidad del país y se mantenga, por encima de intereses partidistas e ideológicos, el bien común, tal como lo indican la Constitución y la voluntad popular expresada en las urnas.

Esta ruptura no puede ni debe desviar al país del camino emprendido por el Señor Presidente de la República, ni ensombrecer la acción de la Fiscalía y de los órganos de control del Estado, especialmente en su lucha contra la corrupción. El momento que estamos viviendo nos exige a todos, gobernantes y gobernados, equilibrio, transparencia y apego a la ley.

Nos preocupan principalmente los empobrecidos de nuestro pueblo, que son las primeras víctimas de la crisis económica y ética y que sufren en carne propia las consecuencias de una corrupción que, de ninguna manera, puede quedar impune, pues siempre la impunidad es generadora de mayor corrupción.

Invitamos a todos a orar al Señor de la Justicia y a la Virgen de la Paz, para que contribuyamos de forma decidida a alcanzar un tono de diálogo y concordia, que nos permitan vivir y crecer en paz y superar los diferentes problemas que nos aquejan.

CONSEJO DE PRESIDENCIA
CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA

miércoles, 2 de agosto de 2017

Comunicado de Prensa

Quito, 2 de agosto de 2017

Papa Francisco nombra Obispo Vicario Apostólico para Aguarico.

La Conferencia Episcopal Ecuatoriana tiene el honor de comunicar que el Santo Padre Francisco ha nombrado Obispo Vicario Apostólico de Aguarico, al Reverendo Padre José  Adalberto Jiménez Mendoza, O.F.M. Cap. actual Vice-Ministro Provincial de la Orden Capuchina en Ecuador.

El Reverendo José Adalberto Jiménez Mendoza, O.F.M. Cap., nació en la Parroquia San Plácido, Cantón Portoviejo, Provincia de Manabí, el 23 de junio de 1969.
Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en Cuenca, desde 1990 a 1997, consiguiendo la licenciatura en Teología por la Universidad del Azuay.
Emitió su primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1990 y, el 14 de agosto de 1996 hizo la profesión perpetua como Religioso Capuchino.
Fue ordenado sacerdote el 16 de mayo de 1997, para la Arquidiócesis de Portoviejo.
Entre 2012 y 2014, ha obtenido los títulos en estudios superiores de Magister en: "Terapia Familiar y de Pareja para Profesionales de la salud", por la Universidad Complutense de Madrid y Especialista en: "Terapia Humanista, centrada en la Persona", por el Instituto "Laureano Cuesta", de Madrid. También realizó estudios en "Discernimiento Vocacional y Acompañamiento Espiritual", de los Padres Jesuitas, en Salamanca, España.
A lo largo de su ministerio sacerdotal, el Reverendo P. José Adalberto Jiménez Mendoza, O.F.M. Cap., ha desempeñado los siguientes cargos pastorales:
1997 - 2000: Vice-maestro del Estudiantado Capuchino de Filosofía y Teología, y coadjutor de la Parroquia "María Reina de la Paz" (Cuenca)
2000 - 2003: Superior de la Fraternidad Capuchina de Ibarra. Director del Postulantado Capuchino. Coordinador del Colegio "San Francisco". Director de la Fundación Nuestros Hijos (Ibarra)
2003 - 2005: Maestro de los Novicios Capuchinos (Portoviejo). Coordinador de la Fundación y Albergue "Padre Matías Mujica", para acoger y atender a enfermos de cáncer.
2005 - 2008: Ministro Vice-Provincial de los Hermanos Capuchinos en Ecuador. Presidente de la Conferencia Capuchina Andina (CCA)
2008 - 2011: Ministro Vice-Provincial de los Hermanos Capuchinos en Ecuador.
2010 - 2011: Presidente de la Familia Franciscana del Ecuador.
2014 - 2017: Ministro Vice-Provincial de los Hermanos Capuchinos en Ecuador. Miembro de la Junta Directiva de la CER y Miembro de la Junta Directiva de la Familia Franciscana en el Ecuador.

SECRETARÍA GENERAL
CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA

martes, 1 de agosto de 2017

Comunicado de Prensa

Quito, 1 de agosto de 2017

Con mucha preocupación y malestar, hemos seguido de cerca, a través de las redes sociales, la denominada exposición "La intimidad es política". Preocupación, porque cuenta con el auspicio de Instituciones serias, como la Ilustre Municipalidad de Quito, llamadas a respetar los derechos de todos los ciudadanos, sean o no creyentes.

Malestar, porque los grupos organizadores de tal muestra pictórica, en nombre de la libertad de expresión, atentan contra los derechos fundamentales de otras personas que disentimos de sus posiciones ideológicas; pues supuestamente, luchan contra la homofobia, pero no dudan en promover la burla y la fobia contra los creyentes, particularmente contra los cristianos católicos.

En nombre de muchos cristianos queremos manifestar la gratitud a todas las personas que, independiente de su posición social, política y religiosa, han levantado su voz con firmeza y claridad para expresar su inconformidad por tan grotesca burla a los símbolos religiosos.


SECRETARÍA GENERAL
CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA

miércoles, 26 de julio de 2017




Encuentro Americano  de Promoción y Difusión de Radio María

Radio María Ecuador participó en el encuentro de formación para “Promotores” de Radio María, que se realizó del 10 al 13 de julio en la casa de retiros “La Aurora” de la ciudad de Managua, República de Nicaragua. 
 
El objetivo de este encuentro en el que participaron delegaciones de Radio María Argentina, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Panamá, y USA  fue el compartir experiencias y estrategias adecuadas que permitan confirmar  el desarrollo y la presencia de Radio María en el continente americano.

                            
Uno de los momentos destacados de  este encuentro ha sido la celebración de la  Eucaristía presidida por su eminencia cardenal Leopoldo José Brenes, arzobispo de Managua.


Contamos con sus oraciones para que Radio María se mantenga fiel a su identidad misionera , reafirme el  servicio a la Iglesia y su confianza en la Divina Providencia.